El gozo de perderse en Dios.
Entramos en un terreno en el que las palabras
se quedan cortas y nuestro entendimiento también. Sólo la experiencia puede
penetrar en él. Sin embargo hay cosas de las que no siempre gozamos pero que
intuimos como maravillosas y no nos importa adentrarnos en su conocimiento a
través de las experiencias de otros. Esto es lo que vamos a intentar hacer con
la ayuda de Santa Teresa. “Yo no sé otros
términos cómo decirlo ni cómo declararlo, ni entonces sabe el alma qué hacer;
porque ni sabe si hable ni si calle, ni si ría, ni si llore. Es un glorioso
desatino, una celestial locura, adonde se aprende la verdadera sabiduría, y es
muy deleitosa manera de gozar el alma”.
Es tanto el gozo que Teresa de Jesús
experimenta en estos momentos de oración que no sabe ni cómo le viene, ni en
qué consiste exactamente. Sólo goza de la gratuidad del don de Dios que es
capaz de hacer feliz una felicidad inimaginable.
Ella
nos hablará de un sueño de las potencias.
Algo podemos entender desde experiencias puramente humanas: ¿no nos ha ocurrido
alguna vez el estar embebidos en algo: una música, un poema, un paisaje que
parece que las potencias del alma
–entendimiento, memoria, voluntad- quedan como enajenadas y fuera del
tiempo?. En los niños –con una capacidad para el asombro mayor que la de los
adultos- este estado se da con más frecuencia. Luego, si las cosas bellas de
este mundo nos producen estos efectos “enajenadores”, es decir tienen la
capacidad de sacarnos fuera de nosotros mismos, ¿no la va a tener Dios cuando
se apodera de una persona y la saca de sí?. Esto es lo que nos explica Santa
Teresa de unas y otra manera, ella que recibió estás inenarrables gracias en la
oración.
“Es un sueño de las potencias, que ni del todo
se pierden ni entienden cómo obran. El gusto y suavidad y deleite es más sin
comparación de lo pasado…”.
En
el camino de la oración teresiana, aunque los comienzos sean muy costosos, si
nos arriesgamos y seguimos adelante, empezaremos a sentir los efectos de la Gracia –es decir de la
gratuidad de Dios- con mucha más claridad. Porque no todo es cruz, sacrificio y
dolor, en el seguimiento de Jesús. El gozo de la resurrección es una promesa
del Señor que hemos de ver cumplirse en nuestras vidas, si respondemos a sus
llamadas: Jesús nos dijo que nos daría “una
de alegría que nada ni nadie sería capaz de arrebatarnos”. De ese gozo se
participa cuando uno se adentra en el maravilloso mundo de la oración o amistad
con Jesús.
Santa Teresa explica cómo nuestras potencias,
que suelen estar dispersas y alborotadas por las muchas cosas que nos entran a
través de los sentidos, empiezan a aquietarse y a centrarse en el yo más íntimo
en donde dijo ella que se dan los “grandes
secretos entre Dios y el alma …”. Y empieza a explicar en qué consiste la oración
que llama de “quietud”: “Aquí se
comienza a recoger el alma, toca ya aquí cosa sobrenatural, porque en ninguna
manera ella puede ganar aquello por diligencias que haga… Esto es un recogerse
las potencias dentro de sí para gozar de aquel contento con más gusto…”. La Santa de Avila nos explica
cómo es posible que nuestra alma quede absorta en el gozo que Dios puede dar
del mismo modo que nos quedamos embelesados ante un bello
paisaje
o una música que nos arrebata. Es la voluntad la que queda libre para actuar,
según lo que le presenten la memoria y el entendimiento. Y explica cómo lo
importante es la voluntad, sede del amor y del obrar. Las otras potencias
(memoria y entendimiento) pueden estar
dispersas pero, si la voluntad está firme, volverán en algún momento. ¡Que
consuelo para los que nos distraemos con cualquier cosa en la oración
considerar la imaginación como estas palomas que van y vienen en busca de
comida…!: “Las otras dos potencias ayudan
a la voluntad para que vaya haciéndose hábil para gozar de tanto bien…no haga
caso de ellas, sino estése en su gozo y quietud…”
Teresa
de Jesús quiere convencernos de que en el camino de la oración el
protagonista es Dios, no nosotros. Y al ser considerada la oración como un
trato de amistad con Dios, el proceso depende más de Él que de nosotros… por
eso habla Teresa de la alegría que empieza a sentir la persona del orante. Una
alegría que no tiene nada que ver con los goces de por aquí y que incluso puede
darse en medio de dificultades y luchas cuotidianas . “Pues todo esto que pasa aquí es con grandísimo consuelo y con tan poco
trabajo, que no cansa la oración, aunque dure mucho rato: porque el
entendimiento obra aquí muy paso a paso…”
Por
eso la alegrías que nos proporciona ese trato con Dios es, no sólo muy
diferente de las alegrías que podemos tener aquí, sino que además nos va
limpiando por dentro de manera que se empieza a perder la codicia de las cosas
que tantas veces nos aprisionan y no nos dejan ser libres. Con Santa Teresa nos sentimos como impulsados
a entender la entrega de Dios de un modo muy positivo… Dios actuando como el
agua que riega la sequía de un huerto puede hacer el milagro del gozo y
contento superior a cualquier experiencia humana. Muchos santos lo han
experimentado en algunos momentos de su vida.
Una de las cosas que Santa Teresa repite en
muchas ocasiones cuando habla del progreso en la oración –que es como hablar de
la maduración personal en nuestra vida espiritual- es atribuir el protagonismo
a Dios y no creer que ya esta todo hecho, con el consiguiente peligro de
estancarse… Dice Teresa que se ha empezado a encender como una “centellita” de
amor de Dios, según la preciosa imagen que ahora utilizará Santa Teresa y que
hay que cuidar que no se apague. Porque “hay
muchas almas que llegan a este estado y pocas que pasan adelante y no sé quien
tiene la culpa”. Para ello lo importante es no cesar en el propio
conocimiento que nos lleve a la humildad y a fiar más de la misericordia de
Dios que de nosotros mismos. Y a partir de esa pequeña centella o chispa de
amor de Dios que la Gracia
nos ha regalado, hay que seguir trabajando, porque ya es prenda de lo que
viviremos eternamente. “Es, pues, esta
oración una centellita que comienza el Señor a encender en el alma del
verdadero amor suyo, y quiere que el alma vaya entendiendo qué cosa es este
amor con regalo, esta quietud y recogimiento y centellita, si es espíritu de
Dios y no gusto dado del demonio o procurado por nosotros… es esta centella una
señal o prenda que da Dios a esta alma de que la escoge ya para grandes cosas,
si ella se apareja para recibirlas. Es gran don, mucho más de lo que yo podré
decir”.
Y no se olvide que para Teresa de Avila
cualquier bien adquirido no es para uno mismo, sino para bien de los demás. La
oración de Teresa siempre lleva a obras, a “aprovechar
a los demás”. Por eso insiste en no desaprovechar esa “centellita” de amor
que se enciende ya en el alma o regalo de Dios en la oración. “les quiero mucho avisar que miren no
escondan el talento, pues que parece los quiere Dios escoger para provecho de
otros muchos, en especial en estos tiempos que son menester amigos fuertes de
Dios para sustentar los flacos”. Es el don del Espíritu que llamamos
sabiduría y que tiene la misma raiz que el sabor, porque se trata más de gustar
o saborear la verdad que de entenderla. Este conocimiento y amor de Dios que se
recibe en la oración, es regalo de Dios que a veces admira a la gente sencilla…
Santa
Teresa nos habla siempre de los frutos de la oración y hoy nos habla del abandono y entrega en la voluntad de Dios,
que puede traducirse en una confianza infinita en su providencia, en su amor y
en su cuidado de todos nosotros. Confianza como la que tiene el niño abandonado
en los brazos de su padre que sabe que no le dejará caer. Y con el crecimiento
de las virtudes, crece también la humildad, porque entiende que todo es gracia,
todo es obra de Dios en el orante: “En fin,
es que las virtudes quedan ahora más fuertes que en la oración de quietud
pasada, que el alma no las puede ignorar, porque se ve otra y no sabe cómo.
Comienza a obrar grandes cosas con el olor que dan de sí las flores, que quiere
el Señor se abran … Aquí es muy mayor la humildad y más profunda que al alma
queda, que en lo pasado; porque ve más claro que poco ni mucho hizo, sino
consentir que lo hiciese el Señor …”.
Y a pesar de que el alma goza de esta unión en
Dios, no le quitan a Santa Teresa la capacidad de entregarse a los demás y a
las obras de servicio de Dios y de los hermanos.