Motivo

A los 500 años de su nacimiento, Santa Teresa de Avila nos sigue enseñando como Maestra Espiritual a los creyentes de hoy

viernes, 20 de febrero de 2015

- Orar con Santa Teresa en la cuaresma

Orar con santa Teresa: «¿Para qué queréis mi amor?»

¿Cuántos sacrificios te has propuesto para esta Cuaresma? ¿Y para qué los haces? ¿Te has parado a pensar qué sentido tienen, si Dios no los necesita pues Él lo tiene ya todo? ¿Por qué quiere Dios contar contigo, si sin ti podría hacer las cosas mejor y más rápido? A todo esto responde santa Teresa de Jesús en la Oración para el Año Jubilar de esta semana, primera parte de la Exclamación «¿Para qué queréis mi amor?»
Santa Teresa de Jesús no es Doctora de la Iglesia porque sí, ni por un capricho de Pablo VI. Lo es porque su forma de vivir la fe, y por tanto de transmitirla, refleja de un modo completo y vivo lo que enseña el Evangelio, lo que transmite desde los inicios del cristianismo la Tradición de la Iglesia y lo que destila el Magisterio desde san Pedro hasta hoy. Lo que vivieron y viven los santos; y lo que allana el camino a la Gracia para que surjan santos nuevos.
Sin embargo, lo que resulta curioso –aunque absolutamente lógico– es que santa Teresa no presente sus enseñanzas bajo una apariencia académica, doctoral, ilustrada y de una erudición enciclopédica, sino desde los comentarios sencillos y apasionados de una enamorada de Cristo vivo, esposa de una Persona más que experta en un personaje. En resumen: santa Teresa de Jesús es santa, y doctora de la Iglesia, porque aunque hubiesen podido faltarle las palabras (que no lo hicieron), jamás le faltó el amor a Dios y al otro; jamás le faltó el testimonio cristiano de su propia vida.
Desde esa óptica se comprende mejor una de las claves del magisterio de la Mística de Avila: la de verse a sí misma como algo minúsculo, e incluso indigno, frente a la sublime e inabarcable grandeza del Dios de las misericordias. Por eso, en numerosas ocasiones contrapone la entrega total y gratuita de Cristo (no sólo aquel día en la cruz del Gólgota, sino cada día de nuestra vida a través de la asistencia de su Espíritu) frente a su rácana respuesta y a su poquedad humana. Una experiencia que ella misma ayuda a vivir, a sentir y a meditar a quien se acerca a sus escritos.
Ahora que comienza la Cuaresma y muchos se cargan de buenos y bienintencionados compromisos podemos preguntarnos, con santa Teresa: ¿Para qué quiere Dios mis ofrecimientos, si no los necesita? Si Él tiene poder para actuar en el mundo sin mí, que encima con frecuencia entorpezco su labor, ¿por qué quiere hacerme partícipe de su obra? Si yo sólo puedo amarle tarde, mal y nunca, ¿por qué se empeña en buscar que le ame? Si Él es el Amor, ¿qué puede añadirle mi amor escaso y envilecido? Si a Dios no le falta nada, pues Él lo es todo, ¿por qué se empeña en buscarme precisamente a mí?
La respuesta se encuentra ante un Sagrario (o en su propia casa) leyendo y orando la Oración Teresiana para el Año Jubilar que le propone esta semana, y que es la primera parte de la Exclamación ««Para qué queréis mi amor?». Feliz y santa Cuaresma:
+ En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo:
¡Oh esperanza mía y Padre mío y mi Creador y mi verdadero Señor y Hermano! Cuando considero en cómo decís que son vuestros deleites con los hijos de los hombres, mucho se alegra mi alma. ¡Oh Señor del cielo y de la tierra, y qué palabras éstas para no desconfiar ningún pecador! ¿Fáltaos, Señor, por ventura, con quien os deleitéis, que buscáis un gusanillo tan de mal olor como yo? Aquella voz que se oyó cuando el bautismo, dice que os deleitáis con vuestro Hijo. Pues ¿hemos de ser todos iguales, Señor?
¡Oh, qué grandísima misericordia y qué favor tan sin poderlo nosotros merecer! ¡Y que todo esto olvidemos los mortales! Acordaos Vos, Dios mío, de tanta miseria y mirad nuestra flaquea, pues de todo sois sabedor.
Amén.

jueves, 12 de febrero de 2015

- El gozo de perderse en Dios.

El gozo de perderse en Dios.
 Entramos en un terreno en el que las palabras se quedan cortas y nuestro entendimiento también. Sólo la experiencia puede penetrar en él. Sin embargo hay cosas de las que no siempre gozamos pero que intuimos como maravillosas y no nos importa adentrarnos en su conocimiento a través de las experiencias de otros. Esto es lo que vamos a intentar hacer con la ayuda de Santa Teresa. “Yo no sé otros términos cómo decirlo ni cómo declararlo, ni entonces sabe el alma qué hacer; porque ni sabe si hable ni si calle, ni si ría, ni si llore. Es un glorioso desatino, una celestial locura, adonde se aprende la verdadera sabiduría, y es muy deleitosa manera de gozar el alma”.
 Es tanto el gozo que Teresa de Jesús experimenta en estos momentos de oración que no sabe ni cómo le viene, ni en qué consiste exactamente. Sólo goza de la gratuidad del don de Dios que es capaz de hacer feliz una felicidad inimaginable.
Ella nos hablará de un sueño de las potencias. Algo podemos entender desde experiencias puramente humanas: ¿no nos ha ocurrido alguna vez el estar embebidos en algo: una música, un poema, un paisaje que parece que las potencias del alma –entendimiento, memoria, voluntad- quedan como enajenadas y fuera del tiempo?. En los niños –con una capacidad para el asombro mayor que la de los adultos- este estado se da con más frecuencia. Luego, si las cosas bellas de este mundo nos producen estos efectos “enajenadores”, es decir tienen la capacidad de sacarnos fuera de nosotros mismos, ¿no la va a tener Dios cuando se apodera de una persona y la saca de sí?. Esto es lo que nos explica Santa Teresa de unas y otra manera, ella que recibió estás inenarrables gracias en la oración.
 “Es un sueño de las potencias, que ni del todo se pierden ni entienden cómo obran. El gusto y suavidad y deleite es más sin comparación de lo pasado…”.
En el camino de la oración teresiana, aunque los comienzos sean muy costosos, si nos arriesgamos y seguimos adelante, empezaremos a sentir los efectos de la Gracia –es decir de la gratuidad de Dios- con mucha más claridad. Porque no todo es cruz, sacrificio y dolor, en el seguimiento de Jesús. El gozo de la resurrección es una promesa del Señor que hemos de ver cumplirse en nuestras vidas, si respondemos a sus llamadas: Jesús nos dijo que nos daría “una de alegría que nada ni nadie sería capaz de arrebatarnos”. De ese gozo se participa cuando uno se adentra en el maravilloso mundo de la oración o amistad con Jesús.
 Santa Teresa explica cómo nuestras potencias, que suelen estar dispersas y alborotadas por las muchas cosas que nos entran a través de los sentidos, empiezan a aquietarse y a centrarse en el yo más íntimo en donde dijo ella que se dan los “grandes secretos entre Dios y el alma …”. Y empieza a explicar en qué consiste la oración que llama de “quietud”: “Aquí se comienza a recoger el alma, toca ya aquí cosa sobrenatural, porque en ninguna manera ella puede ganar aquello por diligencias que haga… Esto es un recogerse las potencias dentro de sí para gozar de aquel contento con más gusto…”. La Santa de Avila nos explica cómo es posible que nuestra alma quede absorta en el gozo que Dios puede dar del mismo modo que nos quedamos embelesados ante un bello
paisaje o una música que nos arrebata. Es la voluntad la que queda libre para actuar, según lo que le presenten la memoria y el entendimiento. Y explica cómo lo importante es la voluntad, sede del amor y del obrar. Las otras potencias (memoria y entendimiento)  pueden estar dispersas pero, si la voluntad está firme, volverán en algún momento. ¡Que consuelo para los que nos distraemos con cualquier cosa en la oración considerar la imaginación como estas palomas que van y vienen en busca de comida…!: “Las otras dos potencias ayudan a la voluntad para que vaya haciéndose hábil para gozar de tanto bien…no haga caso de ellas, sino estése en su gozo y quietud…”
Teresa de Jesús quiere convencernos de que en el camino de la oración el protagonista es Dios, no nosotros. Y al ser considerada la oración como un trato de amistad con Dios, el proceso depende más de Él que de nosotros… por eso habla Teresa de la alegría que empieza a sentir la persona del orante. Una alegría que no tiene nada que ver con los goces de por aquí y que incluso puede darse en medio de dificultades y luchas cuotidianas . “Pues todo esto que pasa aquí es con grandísimo consuelo y con tan poco trabajo, que no cansa la oración, aunque dure mucho rato: porque el entendimiento obra aquí muy paso a paso…”
Por eso la alegrías que nos proporciona ese trato con Dios es, no sólo muy diferente de las alegrías que podemos tener aquí, sino que además nos va limpiando por dentro de manera que se empieza a perder la codicia de las cosas que tantas veces nos aprisionan y no nos dejan ser libres.  Con Santa Teresa nos sentimos como impulsados a entender la entrega de Dios de un modo muy positivo… Dios actuando como el agua que riega la sequía de un huerto puede hacer el milagro del gozo y contento superior a cualquier experiencia humana. Muchos santos lo han experimentado en algunos momentos de su vida.
 Una de las cosas que Santa Teresa repite en muchas ocasiones cuando habla del progreso en la oración –que es como hablar de la maduración personal en nuestra vida espiritual- es atribuir el protagonismo a Dios y no creer que ya esta todo hecho, con el consiguiente peligro de estancarse… Dice Teresa que se ha empezado a encender como una “centellita” de amor de Dios, según la preciosa imagen que ahora utilizará Santa Teresa y que hay que cuidar que no se apague. Porque “hay muchas almas que llegan a este estado y pocas que pasan adelante y no sé quien tiene la culpa”. Para ello lo importante es no cesar en el propio conocimiento que nos lleve a la humildad y a fiar más de la misericordia de Dios que de nosotros mismos. Y a partir de esa pequeña centella o chispa de amor de Dios que la Gracia nos ha regalado, hay que seguir trabajando, porque ya es prenda de lo que viviremos eternamente. “Es, pues, esta oración una centellita que comienza el Señor a encender en el alma del verdadero amor suyo, y quiere que el alma vaya entendiendo qué cosa es este amor con regalo, esta quietud y recogimiento y centellita, si es espíritu de Dios y no gusto dado del demonio o procurado por nosotros… es esta centella una señal o prenda que da Dios a esta alma de que la escoge ya para grandes cosas, si ella se apareja para recibirlas. Es gran don, mucho más de lo que yo podré decir”.
 Y no se olvide que para Teresa de Avila cualquier bien adquirido no es para uno mismo, sino para bien de los demás. La oración de Teresa siempre lleva a obras, a “aprovechar a los demás”. Por eso insiste en no desaprovechar esa “centellita” de amor que se enciende ya en el alma o regalo de Dios en la oración. “les quiero mucho avisar que miren no escondan el talento, pues que parece los quiere Dios escoger para provecho de otros muchos, en especial en estos tiempos que son menester amigos fuertes de Dios para sustentar los flacos”. Es el don del Espíritu que llamamos sabiduría y que tiene la misma raiz que el sabor, porque se trata más de gustar o saborear la verdad que de entenderla. Este conocimiento y amor de Dios que se recibe en la oración, es regalo de Dios que a veces admira a la gente sencilla…
Santa Teresa nos habla siempre de los frutos de la oración y hoy nos habla del abandono y entrega en la voluntad de Dios, que puede traducirse en una confianza infinita en su providencia, en su amor y en su cuidado de todos nosotros. Confianza como la que tiene el niño abandonado en los brazos de su padre que sabe que no le dejará caer. Y con el crecimiento de las virtudes, crece también la humildad, porque entiende que todo es gracia, todo es obra de Dios en el orante: “En fin, es que las virtudes quedan ahora más fuertes que en la oración de quietud pasada, que el alma no las puede ignorar, porque se ve otra y no sabe cómo. Comienza a obrar grandes cosas con el olor que dan de sí las flores, que quiere el Señor se abran … Aquí es muy mayor la humildad y más profunda que al alma queda, que en lo pasado; porque ve más claro que poco ni mucho hizo, sino consentir que lo hiciese el Señor …”.

 Y a pesar de que el alma goza de esta unión en Dios, no le quitan a Santa Teresa la capacidad de entregarse a los demás y a las obras de servicio de Dios y de los hermanos.