Motivo

A los 500 años de su nacimiento, Santa Teresa de Avila nos sigue enseñando como Maestra Espiritual a los creyentes de hoy

- NUESTRA INTERIORIDAD

“El Castillo interior “

Leyendo a Santa Teresa uno descubre que lo que ella llama “el alma”, hoy lo podemos entender como “la intimidad divina de la persona” y se trata de algo muy valioso, de una dignidad infinita, indestructible; es el lugar donde Dios ha puesto su “imagen y semejanza”, como nos narra la Biblia cuando dice que Dios hizo el hombre y la mujer “ a su imagen y semejanza; a imagen suya los creó”.
 Es a partir de este punto: la “intimidad divina en cada uno” de donde podemos conocer la grandeza de cada persona, ya que con la sola razón, no resulta fácil  descubrir toda la belleza y la maravilla del misterio profundo del ser persona creada por amor y para el Amor. Aquí hay que dejar entrar en nuestra capacidad de búsqueda de sentido, la íntima percepción de ser amados por Alguien (Dios, Jesús…); que Alguien, además de nuestros padres, nos ha pensado en singular y nos sostiene para no desfallecer en el camino que lleva a la verdadera felicidad.
 Gracias a Teresa de Avila se agranda la visión del misterio personal de cada ser que tiene una base absolutamente positiva (creados en el Amor y para el Amor). Este conocimiento de la grandeza de la condición humana está presente en toda la obra de Teresa.
 El libro de Teresa: “El Castillo interior” nos introduce en el misterio profundo del ser persona, visto esencialmente como llamada a la relación de amor con el Dios personal. “La puerta para entrar en este Castillo es la oración”, dice ella.
 El punto de partida de Teresa es la mirada de la fe la que da a conocer la profunda grandeza de cada persona. Aquí podemos citar a Blaise Pascal cuando dice: “el hombre es más que hombre”. No hay que olvidar que Teresa parte de su condición humana limitada y precaria, ella dice “no somos ángeles”. Su actitud ante la naturaleza humana no excluye la inteligencia o la razón en el camino hacia el propio conocimiento, pero ella reconoce sus límites y nunca anula el sentido realista de nuestra condición limitada y fugaz. Así los capítulos donde habla de las tres primeras “estancias o moradas” del Castillo interior nos confrontan con esta realidad del ser humano en su precariedad y en sus debilidades.
 Las diversas estancias que va atravesando la persona hasta llegar a Dios, en “lo más interior de mi interior” no están pensadas por Teresa como un camino lineal o ascendente, desde fuera hacia adentro, sin más, sino que ella enseña que la realidad interior de la persona es “como un Castillo” donde desde el primer momento, uno puede encontrarse en cualquier lugar con Aquel que vive “en lo muy, muy interior” en el centro, que al mismo tiempo es “lo exterior” porque es el Misterio que nos habita y nos trasciende.
 La interioridad, para Teresa, no es algo abstracto; cuando elle invita a habitar en este “Castillo interior”  que es cada persona, es para vivir realmente en todas sus estancias en la aventura diaria de nuestra vida, para así encontrarnos realmente con nosotros mismos en nuestra riqueza interior y con el Rey del Castillo.
¿Cómo entrar en el interior del Castillo”?. Teresa nos dirá que primero hay que “salir” (= dejar, abandonar..) las relaciones equivocadas con las cosas y con las personas; es una desafección libre de lo que nos ata y domina, para “Entrar” en la buena relación con el Creador (Amor amante) y en Él se puede restablecer la correcta relación con las creaturas. Esto de “salir” de las relaciones equivocadas y “Entrar” en la relación del Amor, esto es mística porque es vivir en el secreto escondido en la creación, y en el Amor uno se encuentra con su ser más profundo y con su origen, para llegar a ser “como Dios”.
 La forma de diálogo con Aquel que nos ama y que nos llama al existir, es la oración. El camino de la oración es la dinámica para vivenciar este encuentro. Las hermanas le piden a Teresa que les enseñe algo sobre “la intimidad con Dios”, y ella les habla de la oración para guiarlas y enseñarles este camino que ha sido para ella un camino de liberación de sus afectos, un camino de felicidad y de plenitud. Así, Teresa nos conduce a través de la existencia humana, por la oración activa –es decir, por la vivencia de la fe, la esperanza y el amor- hacia una plenitud humana que anticipa la realidad de la comunión con Dios más allá de la muerte.
 Su enseñanza no es pura especulación teórica o filosófica, sino que es su verdadera auto-biografí a, su verdadera experiencia personal, sufrida, vivida y comprendida desde la Sabiduría del Amado, con la capacidad de poder transmitirla a los otros con palabras. Teresa también quiere suscitar en los lectores las buenas disposiciones a fin de que Dios pueda actuar en cada persona y también para comprender lo que acontece en la vida cuando Dios se apodera de nuestra libertad y de nuestras ansias de Amor.

 Teresa nos ayuda a descubrir que la vida de oración, la intimidad con Dios, llega a ser lo mejor para la persona que busca el Bien y esto será lo más operativo y más práctico para una vida plena, como dice ella: “Para eso es la oración, para eso sirve este desponsorio místico con el Amado, para que nazcan siempre obras, obras”.