“El Castillo interior “
Leyendo
a Santa Teresa uno descubre que lo que ella llama “el alma”, hoy lo podemos
entender como “la intimidad divina de la persona” y se trata de algo muy
valioso, de una dignidad infinita, indestructible; es el lugar donde Dios ha
puesto su “imagen y semejanza”, como nos narra la Biblia cuando dice que Dios
hizo el hombre y la mujer “ a su imagen y semejanza; a imagen suya los creó”.
Es a partir de este punto: la “intimidad
divina en cada uno” de donde podemos conocer la grandeza de cada persona, ya
que con la sola razón, no resulta fácil descubrir toda la belleza y la maravilla del
misterio profundo del ser persona creada por amor y para el Amor. Aquí hay que
dejar entrar en nuestra capacidad de búsqueda de sentido, la íntima percepción
de ser amados por Alguien (Dios, Jesús…); que Alguien, además de nuestros
padres, nos ha pensado en singular y nos sostiene para no desfallecer en el
camino que lleva a la verdadera felicidad.
Gracias a Teresa de Avila se agranda la visión
del misterio personal de cada ser que tiene una base absolutamente positiva
(creados en el Amor y para el Amor). Este conocimiento de la grandeza de la
condición humana está presente en toda la obra de Teresa.
El libro de Teresa: “El Castillo interior” nos
introduce en el misterio profundo del ser persona, visto esencialmente como
llamada a la relación de amor con el Dios personal. “La puerta para entrar en
este Castillo es la oración”, dice ella.
El punto de partida de Teresa es la mirada de
la fe la que da a conocer la profunda grandeza de cada persona. Aquí podemos
citar a Blaise Pascal cuando dice: “el hombre es más que hombre”. No hay que
olvidar que Teresa parte de su condición humana limitada y precaria, ella dice
“no somos ángeles”. Su actitud ante la naturaleza humana no excluye la
inteligencia o la razón en el camino hacia el propio conocimiento, pero ella
reconoce sus límites y nunca anula el sentido realista de nuestra condición
limitada y fugaz. Así los capítulos donde habla de las tres primeras “estancias
o moradas” del Castillo interior nos confrontan con esta realidad del ser
humano en su precariedad y en sus debilidades.
Las diversas estancias que va atravesando la
persona hasta llegar a Dios, en “lo más interior de mi interior” no están
pensadas por Teresa como un camino lineal o ascendente, desde fuera hacia
adentro, sin más, sino que ella enseña que la realidad interior de la persona
es “como un Castillo” donde desde el primer momento, uno puede encontrarse en
cualquier lugar con Aquel que vive “en lo muy, muy interior” en el centro, que
al mismo tiempo es “lo exterior” porque es el Misterio que nos habita y nos
trasciende.
La interioridad, para Teresa, no es algo
abstracto; cuando elle invita a habitar en este “Castillo interior” que es cada persona, es para vivir realmente
en todas sus estancias en la aventura diaria de nuestra vida, para así
encontrarnos realmente con nosotros mismos en nuestra riqueza interior y con el
Rey del Castillo.
¿Cómo
entrar en el interior del Castillo”?. Teresa nos dirá que primero hay que
“salir” (= dejar, abandonar..) las relaciones equivocadas con las cosas y con
las personas; es una desafección libre de lo que nos ata y domina, para
“Entrar” en la buena relación con el Creador (Amor amante) y en Él se puede
restablecer la correcta relación con las creaturas. Esto de “salir” de las
relaciones equivocadas y “Entrar” en la relación del Amor, esto es mística
porque es vivir en el secreto escondido en la creación, y en el Amor uno se
encuentra con su ser más profundo y con su origen, para llegar a ser “como
Dios”.
La forma de diálogo con Aquel que nos ama y
que nos llama al existir, es la oración. El camino de la oración es la dinámica
para vivenciar este encuentro. Las hermanas le piden a Teresa que les enseñe
algo sobre “la intimidad con Dios”, y ella les habla de la oración para
guiarlas y enseñarles este camino que ha sido para ella un camino de liberación
de sus afectos, un camino de felicidad y de plenitud. Así, Teresa nos conduce a
través de la existencia humana, por la oración activa –es decir, por la
vivencia de la fe, la esperanza y el amor- hacia una plenitud humana que
anticipa la realidad de la comunión con Dios más allá de la muerte.
Su enseñanza no es pura especulación teórica o
filosófica, sino que es su verdadera auto-biografí a, su verdadera experiencia
personal, sufrida, vivida y comprendida desde la Sabiduría del Amado, con
la capacidad de poder transmitirla a los otros con palabras. Teresa también quiere
suscitar en los lectores las buenas disposiciones a fin de que Dios pueda
actuar en cada persona y también para comprender lo que acontece en la vida
cuando Dios se apodera de nuestra libertad y de nuestras ansias de Amor.
Teresa nos ayuda a descubrir que la vida de
oración, la intimidad con Dios, llega a ser lo mejor para la persona que busca
el Bien y esto será lo más operativo y más práctico para una vida plena, como
dice ella: “Para eso es la oración, para eso sirve este desponsorio místico con
el Amado, para que nazcan siempre obras, obras”.