En
ocasiones todos hemos podido constatar que, después de dar un primer paso hacia
una opción determinada, no siempre es fácil seguir adelante.
Las Segundas Moradas o la lucha
Para
el proceso de perfección de toda persona se necesita algo más que una “firme
determinación de querer” por fuerte que ésta sea. Las costumbres han creado
hábitos y hay que luchar contra ellos. Nuestra razón y nuestra voluntad han
dado una respuesta, pero es el dia a dia, la nueva creación de hábitos y la
lucha contra nuestra propia naturaleza lo que va configurando nuestra plena
realización y eso a base de tiempo y de
la Gracia de Dios. No en vano Santa Teresa de Jesús hablará siempre de
de símbolos progresivos: los avances técnicos en la manera de regar el huerto,
el “camino” de perfección, las moradas…
En
este segundo estadio, la lucha será la característica principal. Estamos
demasiado cerca de lo que se ha dejado y se necesita mucha perseverancia para
continuar firmes en lo que se ha comenzado. Santa Tersa describe estas segundas
moradas en un solo capítulo y la descripción de lo que se experimenta en ella tiene
un encanto especial: la fe aquí ha de actuar en la oscuridad normal en la que
se suele vivir y nuestro natural tiende
a volver a lo que dejó. Pero hay ya unas llamadas sutiles de Dios que van
atrayendo, aunque con cierta oscuridad.
Es
fundamentalmente la “morada de la lucha” y si no hemos “entrado” en las moradas
de nuestro interior, o estamos a los principios es como si estuviéremos sordos,
y por tanto no sufren al no hacer caso de estas “llamadas”. Aquí sí que se
oyen, pero cuesta seguirlas. Son llamadas mediante hechos naturales: un libro
que se lee, un acontecimiento, una palabra que alguien nos dice… Tal vez
tengamos experiencia de esos momentos de nuestra vida en los que un hecho
cualquiera, una enfermedad, una conversación o una palabra de la Biblia que nos
ha afectado de una manera especial nos hace cambiar…. Pero ¿quién no ha sentido
la impotencia propia al querer salir de una situación y no sentirse con fuerzas
para hacerlo?. O ¿quién no ha sentido en algunos momentos ese sufrimiento de
sentirse incapaz de seguir?
Esta
lucha interna que corresponde a la etapa ascética de las tres primeras moradas
tiene un punto culminante de lucha, según las descripciones de Santa Teresa, en
esta segunda morada. El proceso que se sigue en cualquier lucha con nosotros
mismos no suele ser tan consciente como lo describe ella, pero ese análisis
puede ayudarnos a descubrir lo que tal vez sentimos en muchas ocasiones, pero
que no nos paramos a analizar tan profundamente.
“!Oh Jesús, que grande es la baraúnda que aquí
ponen los demonios, y las aflicciones de la pobre alma, que no sabe si pasar
adelante o tornar a la primera pieza! Porque la razón, por otra parte, le
representa el engaño que es pensar que todo esto vale nada en comparación de lo
que pretende; la fe la enseña cuál es lo que le cumple. La voluntad se inclina a
amar innumerables cosas… y el demonio le dice que todo el mundo está lleno de
falsedad….”
Desde
el principio de estas segundas moradas hemos de tener muy presente lo que se
llama la perseverancia, una de las virtudes más difíciles de cumplir, porqué el
empezar no es difícil, ya que el entusiasmo, la novedad, la ilusión hacen un
papel importante de animador, pero el continuar contra viento y marea, cuando
el cansancio y la monotonía se apodera de nosotros, ya es otro cantar…¿No será
también esta falta de perseverancia en la lucha diaria el que lleve a tantos
fracasos en el compromiso matrimonial, por ejemplo?. La rutina, las
dificultades de cada dia, la lucha diaria por reconquistar, hace que se apague
la llama inicial y no se tenga fuerza para salir adelante. Por eso Santa Teresa
habla de la paciencia que se requiere para perseverar.
Veamos
los requisitos que Santa Teresa pondrás siempre en cada morada para poder
continuar en este camino del encuentro con nosotros mismos y con Dios que nos
habita.
Un
primer requisito o ayuda para seguir adelante es, en lenguaje actual, el
vivirlo en comunidad de fe, el acompañamiento espiritual, el
determinarse juntos a seguir adelante en el camino del Evangelio. Otra de
las tentaciones más frecuentes cuando se quiere iniciar el camino de la oración
es buscar “el sentirse bien” y el encontrar ese gusto en ella que tal vez se ha
dado en el momento de la conversión o en situaciones que favorecen ese
sentimiento religioso. La Santa le llama los “regalos” de Dios. La “determinación”
que la Santa pide está por encima de estos regalos o sentimientos que tanto
pueden llenarnos. Por eso es frecuente decir que se deja la oración “porque no
se siente nada“.
¿Dónde
está, pues, toda la seguridad para poder seguir adelante?. En cumplir la
voluntad de Dios siempre y en cada momento y “conformar nuestra voluntad a la
de Dios”. Dice la Santa: “no os desaniméis,
si alguna vez cayereis, para dejar de procurar ir adelante; que aun de esa
caída Dios sacará bien…”.
Por
último, Santa Teresa vuelve otra vez a mostrar cómo la puerta para entrar en el
castillo interior es la oración. Por ella nos conocemos y llegamos al
conocimiento del Dios que nos habita. Esta es la meta de las siete moradas y el
camino que nos va acercando de morada en morada hasta gozar “los dos en uno”.