Motivo

A los 500 años de su nacimiento, Santa Teresa de Avila nos sigue enseñando como Maestra Espiritual a los creyentes de hoy

martes, 1 de septiembre de 2015

- Las Segundas Moradas o la lucha

En ocasiones todos hemos podido constatar que, después de dar un primer paso hacia una opción determinada, no siempre es fácil seguir adelante.
Las Segundas Moradas o la lucha
Para el proceso de perfección de toda persona se necesita algo más que una “firme determinación de querer” por fuerte que ésta sea. Las costumbres han creado hábitos y hay que luchar contra ellos. Nuestra razón y nuestra voluntad han dado una respuesta, pero es el dia a dia, la nueva creación de hábitos y la lucha contra nuestra propia naturaleza lo que va configurando nuestra plena realización y eso a base de tiempo y de  la Gracia de Dios. No en vano Santa Teresa de Jesús hablará siempre de de símbolos progresivos: los avances técnicos en la manera de regar el huerto, el “camino” de perfección, las moradas…
En este segundo estadio, la lucha será la característica principal. Estamos demasiado cerca de lo que se ha dejado y se necesita mucha perseverancia para continuar firmes en lo que se ha comenzado. Santa Tersa describe estas segundas moradas en un solo capítulo y la descripción de lo que se experimenta en ella tiene un encanto especial: la fe aquí ha de actuar en la oscuridad normal en la que se suele vivir  y nuestro natural tiende a volver a lo que dejó. Pero hay ya unas llamadas sutiles de Dios que van atrayendo, aunque con cierta oscuridad.
Es fundamentalmente la “morada de la lucha” y si no hemos “entrado” en las moradas de nuestro interior, o estamos a los principios es como si estuviéremos sordos, y por tanto no sufren al no hacer caso de estas “llamadas”. Aquí sí que se oyen, pero cuesta seguirlas. Son llamadas mediante hechos naturales: un libro que se lee, un acontecimiento, una palabra que alguien nos dice… Tal vez tengamos experiencia de esos momentos de nuestra vida en los que un hecho cualquiera, una enfermedad, una conversación o una palabra de la Biblia que nos ha afectado de una manera especial nos hace cambiar…. Pero ¿quién no ha sentido la impotencia propia al querer salir de una situación y no sentirse con fuerzas para hacerlo?. O ¿quién no ha sentido en algunos momentos ese sufrimiento de sentirse incapaz de seguir?
Esta lucha interna que corresponde a la etapa ascética de las tres primeras moradas tiene un punto culminante de lucha, según las descripciones de Santa Teresa, en esta segunda morada. El proceso que se sigue en cualquier lucha con nosotros mismos no suele ser tan consciente como lo describe ella, pero ese análisis puede ayudarnos a descubrir lo que tal vez sentimos en muchas ocasiones, pero que no nos paramos a analizar tan profundamente.
 “!Oh Jesús, que grande es la baraúnda que aquí ponen los demonios, y las aflicciones de la pobre alma, que no sabe si pasar adelante o tornar a la primera pieza! Porque la razón, por otra parte, le representa el engaño que es pensar que todo esto vale nada en comparación de lo que pretende; la fe la enseña cuál es lo que le cumple. La voluntad se inclina a amar innumerables cosas… y el demonio le dice que todo el mundo está lleno de falsedad….”
Desde el principio de estas segundas moradas hemos de tener muy presente lo que se llama la perseverancia, una de las virtudes más difíciles de cumplir, porqué el empezar no es difícil, ya que el entusiasmo, la novedad, la ilusión hacen un papel importante de animador, pero el continuar contra viento y marea, cuando el cansancio y la monotonía se apodera de nosotros, ya es otro cantar…¿No será también esta falta de perseverancia en la lucha diaria el que lleve a tantos fracasos en el compromiso matrimonial, por ejemplo?. La rutina, las dificultades de cada dia, la lucha diaria por reconquistar, hace que se apague la llama inicial y no se tenga fuerza para salir adelante. Por eso Santa Teresa habla de la paciencia que se requiere para perseverar.
Veamos los requisitos que Santa Teresa pondrás siempre en cada morada para poder continuar en este camino del encuentro con nosotros mismos y con Dios que nos habita.
Un primer requisito o ayuda para seguir adelante es, en lenguaje actual, el vivirlo en comunidad de fe, el acompañamiento espiritual, el determinarse juntos a seguir adelante en el camino del Evangelio. Otra de las tentaciones más frecuentes cuando se quiere iniciar el camino de la oración es buscar “el sentirse bien” y el encontrar ese gusto en ella que tal vez se ha dado en el momento de la conversión o en situaciones que favorecen ese sentimiento religioso. La Santa le llama los “regalos” de Dios. La “determinación” que la Santa pide está por encima de estos regalos o sentimientos que tanto pueden llenarnos. Por eso es frecuente decir que se deja la oración “porque no se siente nada“.
¿Dónde está, pues, toda la seguridad para poder seguir adelante?. En cumplir la voluntad de Dios siempre y en cada momento y “conformar nuestra voluntad a la de Dios”. Dice la Santa: “no os desaniméis, si alguna vez cayereis, para dejar de procurar ir adelante; que aun de esa caída Dios sacará bien…”.

Por último, Santa Teresa vuelve otra vez a mostrar cómo la puerta para entrar en el castillo interior es la oración. Por ella nos conocemos y llegamos al conocimiento del Dios que nos habita. Esta es la meta de las siete moradas y el camino que nos va acercando de morada en morada hasta gozar “los dos en uno”.