Nuestro
interior, un huerto que hay que trabajar
Es
hermosa la comparación que hace Santa Teresa: nuestro interior, un huerto que
hay que trabajar y cuidar. Teresa nos habla de la oración partiendo de su
experiencia personal. Y así empieza por narrar los primeros años de su oración
y sus dificultades, para elevarse más allá de lo que los sentidos le muestran,
y por eso se agarrará primero a la belleza creada y, más adelante, cuando Jesús
sea el centro de su vida, no podrá separarse nunca de su Humanidad. Y así nos
describe ese primer momento de oración en donde aún se aferra a lo sensible
como escalón para subir a Dios: dice la Santa : “Me
aprovechaba mucho a mi ver campo, agua, flores; en estas cosas hallaba yo
memoria del Creador; digo que me despertaban y me servían de libro…”
Y cuando la oración se hace una necesidad
íntima del corazón, porque es nada menos que un proceso de amistad con el
Amado, pasa por una serie de situaciones y experiencias que son difíciles de
expresar con las palabras más usuales… se entra en el mundo de lo inefable, es
decir de lo inenarrable o inexpresable con nuestro lenguaje. Es entonces cuando
los místicos (Santa Teresa) recurren al lenguaje simbólico, al de las metáforas
o comparaciones con aquello que tenemos cerca en nuestra vida de los sentidos
externos o en el vocabulario que podemos manejar desde estas cosas tangibles.
Vamos a
entrar de la mano de Teresa en un huerto muy especial, el nuestro, el de
nuestro corazón. Dice Ella: “Habré de
aprovecharme de alguna comparación…ha de hacer cuenta el que comienza (la vida
de oración), que comienza a hacer un huerto en tierra muy infructuosa que lleva
muy malas hierbas… que el Señor debe arrancar… y cuando esto está hecho, se
determina a poder tener un alma oración…Y con ayuda de Dios hemos de procurar,
como buenos hortelanos, que crezcan las buenas plantas y tener cuidado de
regarlas para que no se pierdan, sino que vengan a echar flores que den de sí
gran olor para dar gozo a este Señor nuestro, y así se venga a deleitar muchas
veces a esta huerta y a holgarse entre estas virtudes”.
Notar
que Teresa habla de que el huerto está en tierra
infructuosa, para que nos demos cuenta de que “todo es gracia”, que la fe y
la oración es un don… y si bien una tierra mala en un huerto exige más cuidados
y trabajo para que dé fruto… ver que eso ya
lo hace directamente el Señor. Antes de que nosotros vayamos a Él ya ha
venido a nosotros. Su amor precede siempre al nuestro. La oración es un trato
de amistad para Teresa que empieza siempre por el Amado, y a nosotros nos toca ser buenos hortelanos: regar,
cuidar, recoger los frutos…
Ahora
empezaremos a adentrarnos en ese huerto
o jardín de nuestra alma, como diría Teresa, o de nuestro ser íntimo y
personal, nuestro yo más completo. Recordemos que se trata no de plantas sino
de la oración como trato de amistad con
Dios. Así recordemos la definición de oración que nos ha dado Santa Teresa:
“No es otra cosa oración sino tratar de
amistad estando muchas veces a solas con Quien sabemos que nos ama”., añade
algo que nos pone en guardia, dice: “Pero,
para que sea verdadero el amor y que dure la amistad, se han de encontrar las
condiciones “…con esto la
Santa se refiere a congeniar los dos que se aman, haciéndose
el uno para el otro…
Y siguiendo con la imagen, nos encontramos a
Dios que se pasea por nuestro huerto o jardín para gozar de él, y, al principio
lo encuentra lleno de malas hierbas, hecho un desastre. Y aquí viene nuestro
trabajo para que Dios disfrute en nuestro recinto y nosotros con Él. Pero dado que
estamos acostumbrados a relacionarnos con seres tangibles y a través de los
sentidos, el iniciante puede tropezar con el misterio de lo que pertenece
solamente al mundo interior, espiritual y no percibido por el oído, el tacto,
el sonido… Y es entonces cuando Santa Teresa nos da el primer consejo para ir
sacando el “agua viva” de que nos habla Jesús, y que salta hasta la Vida eterna. Dice la Santa : “De los que comienzan a tener oración, acostumbrados a andar
derramados, es harto difícil trabajo. Han menester irse acostumbrando a estar
en soledad. Han de procurar pensar en la vida de Cristo…”
En la oración ocurre que podemos aburrirnos,
distraernos, cansarnos, pero todo esfuerzo, también el de la oración, tiene su
recompensa. Puede ser la paz interior, el instante de gozo que se experimenta
al descubrir una verdad del Evangelio, el saberse amado de quien queremos amar…
¿Qué
podemos hacer para seguir adelante…?
Cuando en la oración teresiana hablamos
de seguir adelante, siempre nos referimos a la vida, porque para Teresa vida y
oración van unidas. La vida es como un “camino de perfección” para llegar a la
“fuente de agua viva” o a lo mas interior de nuestro ser “a donde pasan las cosas de mucho secreto entre Dios y el alma”.
Para llegar a la plena unión que es siempre la cumbre del amor, también del
amor de Dios.
Los
consejos que Teresa nos da son perfectamente oportunos en cualquier relación de
amor, pero sobre todo para esta relación íntima, mística o misteriosa entre
Dios y la persona humana:
1- Buscar recursos sencillos, como pensar lo que Dios ha hecho por nosotros, como dice la Santa : “Porque en pensar y escudriñar lo que el Señor pasó por nosotros, nos
mueve a compasión…y pensar en el amor que el Señor nos tuvo y su resurrección,
nos mueve a un gozo que ni es del todo espiritual ni sensual, sino gozo
virtuoso y la pena muy meritoria.”
2- Hacer actos de amor para crecer en las virtudes. “También pensar y meditar la sagrada
humanidad de Cristo y traerle siempre consigo y hablar con Él, pedirle por sus
necesidades y quejársele de sus trabajos, alegrarse con Él en sus contentos y
no olvidarle por ellos… todo con palabras conforme a sus deseos y necesidades”.
3- Dejarse aconsejar por personas de oración
Tentaciones que debemos evitar o
dificultades con las que nos podemos encontrar:
1- Vivir con temor y sin la alegría que da la libertad
de espíritu.
2- Vivir sin apocamientos ni angustias que no son
propias del que sigue a Jesús, sino con gran confianza de poder llegar.
3- No ir con falsas humildades, no contentarse con poco,
sio estar determinados y pensar que pueden llegar con el favor de Dios.
4- Querer tener oración y vivir a nuestro placer es una
grande tentación porque nos cuesta dejar nuestros egoísmos, intereses…
5- Exagerado cuidado del cuerpo o estar demasiado
pendientes de nosotros mismos.
6- Ser intransigente con los demás y poco comprensivo
para los defectos ajenos, fijándose en ellos de manera exagerada.
7- Querer discurrir en la oración demasiado con el
entendimiento, como para sacar conceptos muy bien pensados