Motivo

A los 500 años de su nacimiento, Santa Teresa de Avila nos sigue enseñando como Maestra Espiritual a los creyentes de hoy

viernes, 23 de enero de 2015

- Trabajar nuestra interioridad

Nuestro interior, un huerto que hay que trabajar

Es hermosa la comparación que hace Santa Teresa: nuestro interior, un huerto que hay que trabajar y cuidar. Teresa nos habla de la oración partiendo de su experiencia personal. Y así empieza por narrar los primeros años de su oración y sus dificultades, para elevarse más allá de lo que los sentidos le muestran, y por eso se agarrará primero a la belleza creada y, más adelante, cuando Jesús sea el centro de su vida, no podrá separarse nunca de su Humanidad. Y así nos describe ese primer momento de oración en donde aún se aferra a lo sensible como escalón para subir a Dios: dice la Santa: “Me aprovechaba mucho a mi ver campo, agua, flores; en estas cosas hallaba yo memoria del Creador; digo que me despertaban y me servían de libro…”
 Y cuando la oración se hace una necesidad íntima del corazón, porque es nada menos que un proceso de amistad con el Amado, pasa por una serie de situaciones y experiencias que son difíciles de expresar con las palabras más usuales… se entra en el mundo de lo inefable, es decir de lo inenarrable o inexpresable con nuestro lenguaje. Es entonces cuando los místicos (Santa Teresa) recurren al lenguaje simbólico, al de las metáforas o comparaciones con aquello que tenemos cerca en nuestra vida de los sentidos externos o en el vocabulario que podemos manejar desde estas cosas tangibles.
  Vamos a entrar de la mano de Teresa en un huerto muy especial, el nuestro, el de nuestro corazón. Dice Ella: “Habré de aprovecharme de alguna comparación…ha de hacer cuenta el que comienza (la vida de oración), que comienza a hacer un huerto en tierra muy infructuosa que lleva muy malas hierbas… que el Señor debe arrancar… y cuando esto está hecho, se determina a poder tener un alma oración…Y con ayuda de Dios hemos de procurar, como buenos hortelanos, que crezcan las buenas plantas y tener cuidado de regarlas para que no se pierdan, sino que vengan a echar flores que den de sí gran olor para dar gozo a este Señor nuestro, y así se venga a deleitar muchas veces a esta huerta y a holgarse entre estas virtudes”.
Notar que Teresa habla de que el huerto está en tierra infructuosa, para que nos demos cuenta de que “todo es gracia”, que la fe y la oración es un don… y si bien una tierra mala en un huerto exige más cuidados y trabajo para que dé fruto… ver que eso ya lo hace directamente el Señor. Antes de que nosotros vayamos a Él ya ha venido a nosotros. Su amor precede siempre al nuestro. La oración es un trato de amistad para Teresa que empieza siempre por el Amado, y a nosotros nos toca ser buenos hortelanos: regar, cuidar, recoger los frutos…
Ahora empezaremos a adentrarnos en ese huerto o jardín de nuestra alma, como diría Teresa, o de nuestro ser íntimo y personal, nuestro yo más completo. Recordemos que se trata no de plantas sino de la oración como trato de amistad con Dios. Así recordemos la definición de oración que nos ha dado Santa Teresa: “No es otra cosa oración sino tratar de amistad estando muchas veces a solas con Quien sabemos que nos ama”., añade algo que nos pone en guardia, dice: “Pero, para que sea verdadero el amor y que dure la amistad, se han de encontrar las condiciones “…con esto la Santa se refiere a congeniar los dos que se aman, haciéndose el uno para el otro…
 Y siguiendo con la imagen, nos encontramos a Dios que se pasea por nuestro huerto o jardín para gozar de él, y, al principio lo encuentra lleno de malas hierbas, hecho un desastre. Y aquí viene nuestro trabajo para que Dios disfrute en nuestro recinto y nosotros con Él. Pero dado que estamos acostumbrados a relacionarnos con seres tangibles y a través de los sentidos, el iniciante puede tropezar con el misterio de lo que pertenece solamente al mundo interior, espiritual y no percibido por el oído, el tacto, el sonido… Y es entonces cuando Santa Teresa nos da el primer consejo para ir sacando el “agua viva” de que nos habla Jesús, y que salta hasta la Vida eterna. Dice la Santa: “De los que comienzan a tener oración, acostumbrados a andar derramados, es harto difícil trabajo. Han menester irse acostumbrando a estar en soledad. Han de procurar pensar en la vida de Cristo…”
 En la oración ocurre que podemos aburrirnos, distraernos, cansarnos, pero todo esfuerzo, también el de la oración, tiene su recompensa. Puede ser la paz interior, el instante de gozo que se experimenta al descubrir una verdad del Evangelio, el saberse amado de quien queremos amar…
 ¿Qué podemos hacer para seguir adelante…?  Cuando en la oración teresiana hablamos de seguir adelante, siempre nos referimos a la vida, porque para Teresa vida y oración van unidas. La vida es como un “camino de perfección” para llegar a la “fuente de agua viva” o a lo mas interior de nuestro ser “a donde pasan las cosas de mucho secreto entre Dios y el alma”. Para llegar a la plena unión que es siempre la cumbre del amor, también del amor de Dios.
Los consejos que Teresa nos da son perfectamente oportunos en cualquier relación de amor, pero sobre todo para esta relación íntima, mística o misteriosa entre Dios y la persona humana:
1-     Buscar recursos sencillos, como pensar  lo que Dios ha hecho por nosotros, como dice la Santa: “Porque en pensar y escudriñar lo que el Señor pasó por nosotros, nos mueve a compasión…y pensar en el amor que el Señor nos tuvo y su resurrección, nos mueve a un gozo que ni es del todo espiritual ni sensual, sino gozo virtuoso y la pena muy meritoria.”
2-     Hacer actos de amor para crecer en las virtudes. “También pensar y meditar la sagrada humanidad de Cristo y traerle siempre consigo y hablar con Él, pedirle por sus necesidades y quejársele de sus trabajos, alegrarse con Él en sus contentos y no olvidarle por ellos… todo con palabras conforme a sus deseos y necesidades”.
3-     Dejarse aconsejar por personas de oración

Tentaciones que debemos evitar o dificultades con las que nos podemos encontrar:
1-     Vivir con temor y sin la alegría que da la libertad de espíritu.
2-     Vivir sin apocamientos ni angustias que no son propias del que sigue a Jesús, sino con gran confianza de poder llegar.
3-     No ir con falsas humildades, no contentarse con poco, sio estar determinados y pensar que pueden llegar con el favor de Dios.
4-     Querer tener oración y vivir a nuestro placer es una grande tentación porque nos cuesta dejar nuestros egoísmos, intereses…
5-     Exagerado cuidado del cuerpo o estar demasiado pendientes de nosotros mismos.
6-     Ser intransigente con los demás y poco comprensivo para los defectos ajenos, fijándose en ellos de manera exagerada.

7-     Querer discurrir en la oración demasiado con el entendimiento, como para sacar conceptos muy bien pensados

lunes, 12 de enero de 2015

- El Dios que tanto me esperó

…"Santa Teresa se dio cuenta de que el problema no está en cómo Dios nos juzga, sino en cómo entendemos que nos quiere: «Antes me cansé yo de ofenderle que el Señor se cansó de perdonarme…; pidamos al Señor que no nos cansemos nunca de recibir», escribió la Santa. Es decir, el problema no está en Dios, sino en nosotros, que nos cansamos de ser queridos incondicionalmente por Él
Cierto que ayuda pensar en que santa Teresa habla del Señor como del «Dios que tanto me esperó». Luego cada uno puede decir: “A pesar de mis ofensas, Dios siempre me espera”. La misericordia de Dios nos acerca el Jubileo, y es algo tan esencial como esto: sólo la persona que te quiere como eres, incluso con tus pecados y faltas, con tu ruindad, es la que te hace cambiar. «Amor mueve amor». En 2015, Dios me abraza de nuevo, para empezar de nuevo. Es el Dios que tanto me esperó,..."

2015 nace con dos Jubileos: el del V centenario de santa Teresa de Jesús, y el del Año de la Vida Consagrada. Por este motivo se pone al alcance de todos la gracia de la Indulgencia Plenaria, que otorga la Iglesia como signo de la misericordia de Dios. Pero, ¿de qué habla la Iglesia cuando habla de misericordia? En una conversación con Alfa y Omega, el padre David Jiménez, carmelita descalzo y prior del convento de la Santa, en Ávila, explica en qué te afecta a ti (y a nosotros), en este 2015, eso de la misericordia de Dios…

-Ganar el Jubileo es disfrutar de la misericordia y de la justicia de Dios, para dejarse transformar por ellas.
Pero verlo así, ¿no termina por llevarnos a un conformismo que impide mejorar?
La experiencia de santa Teresa de la misericordia no es la experiencia de un simple buenismo. Ella se dio cuenta de que el problema no está en cómo Dios nos juzga, sino en cómo entendemos que nos quiere: «Antes me cansé yo de ofenderle que el Señor se cansó de perdonarme…; pidamos al Señor que no nos cansemos nunca de recibir», escribió. Es decir, el problema no está en Dios, sino en nosotros, que nos cansamos de ser queridos incondicionalmente por Él. Nos vemos ruines, nos despreciamos por no poder cambiar cuanto quisiéramos de nosotros mismos, y terminamos yéndonos por otros derroteros.
Y entonces, ¿qué podemos hacer en 2015 para no ser tan pecadores?
En el Libro de la Vida, santa Teresa escribe algo impresionante: «Muchas veces he pensado espantada de la gran bondad de Dios, y regalándose mi alma de ver su gran magnificencia y misericordia. Sea bendito por todo, que he visto claro no deja sin pagarme, aun en esta vida, ningún deseo bueno. Por ruines e imperfectas que fuesen mis obras, este Señor mío las iba mejorando y perfeccionando y dando valor, y los males y pecados los escondía. Aun en los ojos de quien los ha visto, permite Su Majestad se cieguen y los quita de su memoria. Dora las culpas». La misericordia no es un salvoconducto ni un todo vale. Al contrario: es ponerme ante el amor radical de Dios lo que me transforma. Al ver de verdad lo que Dios me da, no me sale: ¡Bah! pues hago cualquier cosa y ya me perdonará, sino que me hace cambiar. Poco a poco, pero por completo. Y no por mi voluntarismo, sino por su gracia, que cuenta conmigo. La Santa lo dice así en Camino de Perfección: «Señor, que no nos entendemos, mirad a ver si Vos nos entendéis, que venimos vacías las manos para ser curados por Vuestra misericordia».
No sé si he vivido haciendo el primo
Ante nuestra querencia de ser como el hermano mayor de la parábola del hijo pródigo (Oye, que me porto bien y me esfuerzo, ¿qué pasa?; ¿es que no hace falta ser así?), los místicos descubren que, en realidad, sólo la misericordia de Dios hace cambiar de vida, de verdad. Cuando santa Teresita de Lisieux se confiesa y el confesor le dice tus pecados no desagradan a Dios, ella escribe: «Nunca pensé que mis pecados pudieran no desagradar a Dios. Desde ese momento, empecé a navegar por los mares de la confianza y del amor». ¡Ojalá nos pase eso a nosotros!
Bien mirado, parece más razonable pensar en lo bueno que es Dios siempre, más que en lo bueno que yo quiero ser en 2015…
A mí me ayuda pensar en que santa Teresa habla del Señor como del «Dios que tanto me esperó». A pesar de mis ofensas, siempre me espera. La misericordia de Dios que nos acerca el Jubileo no es un borrón y cuenta nueva, sino algo tan esencial como esto: sólo la persona que te quiere como eres, incluso con tus pecados y faltas, con tu ruindad, es la que te hace cambiar. «Amor mueve amor». En 2015, Dios me abraza de nuevo, para empezar de nuevo. Es el Dios que tanto me esperó.


http://alfayomega.es/?p=7628

martes, 6 de enero de 2015

- "Búscate en Mí"

-El encuentro con uno mismo: “Búscate en Mi

                        … “Podemos estar convencidos de que muchas puertas cerradas lo están porque Dios también necesita manos que “llamen en cualquier tiempo”…. Cuando las puertas de nuestro interior se abren a su encuentro, la felicidad del ser humano está asegurada, aun en medio de la más oscura realidad. Es la verdad de las bienaventuranzas y de la perla precisa por la que merece la pena venderlo todo.”

Uno de los problemas del hombre de hoy es la dispersión. La vemos en los niños y la padecemos todos en muchas ocasiones. El ajetreo de nuestras vidas ocupadas en mil cosas, no nos dejan a menudo tiempo para entrar en nosotros mismos, conocernos, aceptarnos y emprender un camino de mejora en todos los campos de lo humano. Es verdad que se multiplican los libros de autoayuda como en ninguna otra época, pero, por otra parte, los psiquiatras no dan abasto para atender a pacientes con serios problemas que acarrean un sufrimiento grande. Y desde el punto de vista humano, el estar bien con uno mismo, el encontrarse y aceptarse es importante para alcanzar la felicidad, esa que todos buscamos de una manera o de otra.
 La crisis de fe actual en los cristianos de nuestra sociedad no es tanto un problema de creencia, sino de una falta de adhesión a Jesús y no haber puesto en el centro de la vida a Jesús, sino los dogmas o los ritos. Y ahí está toda la fuerza del testimonio que Santa Teresa nos dejó: no se trata de una serie de creencias o de mandatos, se trata de una vida centrada en Jesús. Éste fue el gran descubrimiento de Santa Teresa: “búscate en Mí “. En Jesús nos encontramos a nosotros mismos, nos centramos, nos humanizamos. El Evangelio es una Buena Nueva que Dios nos da a través de Jesús. Buscarnos a nosotros mismos, entrar en el centro de nuestro ser y allí encontrar la razón de la vida.
Cuando Teresa describe en las dos primeras estrofas del poema (*) nuestro ser humano (aunque hable sólo del alma) nos está hablando de nuestra dignidad de persona creada a imagen de Dios, una obra de su amor que sólo en Él encuentra su mismidad y, por tanto, su gozo y su plenitud. Santa Teresa habia leido a San Agustín y con él coincidía en aquel descubrimiento del santo: “Nos has hecho, Señor, para ti y nuestro corazón andará inquieto hasta que descanse en ti”. Y como San Agustín también Teresa de Avila podría decir de muchos de nosotros: “!Hermosura siempre antigua y siempre nueva, demasiado tarde empecé a amarte! Tú estabas conmigo y yo no estaba contigo.Yo estaba lejos, corriendo detrás de la hermosura por Ti creada; las cosas que habían recibido recibido de Ti el ser, me mantenían lejos de Ti. Pero tu me llamaste, me llamaste a gritos, y acabaste por vencer mi sordera. Tu me iluminaste y tu luz acabó por penetrar en mis tinieblas. Ahora que he gustado tu suavidad estoy hambriento de Ti. Me has tocado y mi corazón desea ardientemente tus abrazos”.

(*) “Búscate en Mi” (poema de Santa Teresa)
Estas palabras Santa Teresa las había entendido en la oración: “Búscate en Mí” y ella estaba segura que era cosa del Señor… y así al cabo de un tiempo de búsqueda Teresa escribió unos versos: “Mi Alma, mi ser, mi yo has de buscarte en Jesús (en Mí,) y yo te he de buscarme en ti. “Alma, buscarte has en Mí, y a Mí buscarme has en ti”
 El encuentro con Dios . Si es en Dios donde nos encontramos a nosotros mismos, donde percibimos el centro en el que podemos hallar la felicidad, es también en nosotros mismos, en nuestro ser habitado, donde se da el maravilloso encuentro con el Dios amor que es la felicidad para la que estamos hechos.
Veamos estos preciosos versos con los que nos introduce Santa Teresa en esa verdad que será el centro de su doctrina y de su obra maestra, las Moradas: el hecho de que “no estamos huecos”, sino que estamos habitados por Dios y Él vive en el centro de nuestro ser más íntimo, “allá donde se dan los grandes secretos entre Dios y el alma”.

                        Y si acaso no supieres dónde me hallarás a Mí.
                        No andes de aquí para allí,
                        Sino, si hallarme quisieres,
                         a Mí buscarme has en ti.

 Este “andar de aquí para allí” del verso es la dispersión que nos lleva a menudo a buscar la felicidad en donde nunca la encontraremos. Si Dios-Amor nos habita y nos hacemos conscientes de ello, nuestra vida cambiará por completo. Será el amor el centro de donde brotará cualquiera de nuestros encuentros, los que tengamos o busquemos con nuestros hermanos, porque no podemos encontrarnos con el Dios-Amor, el Dios-Padre, sin encontrarnos también con los hermanos.
 De la dispersión pasaremos a la centralidad de nuestro ser. Y desde ese centro en donde nos encontramos con nosotros mismos, allá nos encontramos con Dios:

                        Fuera de ti no hay buscarme,
                        Porque para hallarme a mí, bastará sólo llamarme,
                        Que a ti iré sin tardarme
                        Y a Mí buscarme has en ti.

 Todo un programa de mística que está al alcance de los más sencillos… Esto es, en nada “fuera de ti” tendremos que buscar el fundamento de nuestra fe. Porque “para hallar a Dios, bastará sólo con llamarle y él vendrá sin tardarse”.
 Y para entenderlo mejor, un ejemplo: Se llama  X, era una mujer cargada de problemas: víctima de violencia doméstica, abandonada, sin recursos suficientes para alimentar a sus hijos, caída en la angustia de la droga y la bebida para sufocar sus penas… pude llegar a ser su amiga… le ofrecí un libro en el que se empezaba a ver la vida de otra manera, en el que se buscaba la felicidad no fuera de uno mismo, sino en el interior de uno mismo cuando consigue liberarse… Aquella mujer, ayudada por supuesto, hizo un camino de liberación…. “Mira, me dijo, ahora me siento otra y me doy cuenta de que en mi interior había como una pequeña semilla de felicidad que era Dios, pero yo no lo sabía. Ha sido necesario que alguien regara aquella semilla y la hiciera crecer. Ahora hay algo dentro de mí que me ha devuelto la dignidad “.

                        Porque tú eres mi aposento, eres mi casa y morada,
                        Y así llamo en cualquier tiempo,
                        Si hallo en tu pensamiento
                        Estar la puerta cerrada.

 Podemos estar convencidos de que muchas puertas cerradas lo están porque Dios también necesita manos que “llamen en cualquier tiempo”…. Cuando las puertas de nuestro interior se abren a su encuentro, la felicidad del ser humano está asegurada, aun en medio de la más oscura realidad. Es la verdad de las bienaventuranzas y de la perla precisa por la que merece la pena venderlo todo.

Y ahora, gocemos con los versos de Santa Teresa de Jesús:

                        Alma, buscarte has en Mí,
                        Y a Mí buscarme has en ti.

                        De tal suerte pudo amor,
                        Almas, en mí te retratar,
                        Que ningún sabio pintor
                        Supiera con tal primor
                        Tal imagen estampar.

                        Fuiste por amor criada
                        hermosa, bella, y así
                        en mis entrañas pintada,
                        Si te perdieres, mi amada,
                        Alma, buscarte has en Mí.

                        Que yo sé que te hallarás
                        en mi pecho retratada,
y tan al vivo sacada,
que si te ves te holgarás,
viéndote tan bien pintada.

Y si acaso no supieres
dónde me hallarás a Mí,
No andes de aquí para allí,
sino, s hallarme quisieres,
A Mí buscarme has en ti

Porque tú eres mi aposento,
eres mi casa y morada,
y así hallo en tu pensamiento
estar la puerta cerrada.

Fuera de ti no hay buscarme
Porqué para hallarme a mí,
bastará sólo llamarme,
que a ti iré sin tardarme

y a Mí buscarme has en tí.