…"Santa
Teresa se dio cuenta de que el problema no está en cómo Dios nos juzga, sino en
cómo entendemos que nos quiere: «Antes me cansé yo de ofenderle que el Señor se
cansó de perdonarme…; pidamos al Señor que no nos cansemos nunca de recibir»,
escribió la Santa. Es
decir, el problema no está en Dios, sino en nosotros, que nos cansamos de ser
queridos incondicionalmente por Él
Cierto
que ayuda pensar en que santa Teresa habla del Señor como del «Dios que tanto
me esperó». Luego cada uno puede decir: “A pesar de mis ofensas, Dios siempre
me espera”. La misericordia de Dios nos acerca el Jubileo, y es algo tan
esencial como esto: sólo la persona que te quiere como eres, incluso con tus
pecados y faltas, con tu ruindad, es la que te hace cambiar. «Amor mueve amor».
En 2015, Dios me abraza de nuevo, para empezar de nuevo. Es el Dios que tanto me esperó,..."
2015 nace con dos
Jubileos: el del V centenario de santa Teresa de Jesús, y el del Año de la Vida Consagrada. Por
este motivo se pone al alcance de todos la gracia de la Indulgencia Plenaria ,
que otorga la Iglesia
como signo de la misericordia de Dios. Pero, ¿de qué habla la Iglesia cuando habla de
misericordia? En una conversación con Alfa y Omega, el padre David Jiménez,
carmelita descalzo y prior del convento de la Santa , en Ávila, explica en qué te afecta a ti (y
a nosotros), en este 2015, eso de la misericordia de Dios…
-Ganar
el Jubileo es disfrutar de la misericordia y de la justicia de Dios, para
dejarse transformar por ellas.
Pero verlo así, ¿no termina por llevarnos a un conformismo que
impide mejorar?
La experiencia de santa Teresa de la misericordia no es la
experiencia de un simple buenismo. Ella se dio cuenta de que el problema no
está en cómo Dios nos juzga, sino en cómo entendemos que nos quiere: «Antes me
cansé yo de ofenderle que el Señor se cansó de perdonarme…; pidamos al Señor
que no nos cansemos nunca de recibir», escribió. Es decir, el problema no está
en Dios, sino en nosotros, que nos cansamos de ser queridos incondicionalmente
por Él. Nos vemos ruines, nos despreciamos por no poder cambiar cuanto
quisiéramos de nosotros mismos, y terminamos yéndonos por otros derroteros.
Y entonces, ¿qué podemos hacer en 2015 para no ser tan
pecadores?
En el Libro de la
Vida , santa Teresa escribe algo impresionante:
«Muchas veces he pensado espantada de la gran bondad de Dios, y regalándose mi
alma de ver su gran magnificencia y misericordia. Sea bendito por todo, que he
visto claro no deja sin pagarme, aun en esta vida, ningún deseo bueno. Por
ruines e imperfectas que fuesen mis obras, este Señor mío las iba mejorando y
perfeccionando y dando valor, y los males y pecados los escondía. Aun en los
ojos de quien los ha visto, permite Su Majestad se cieguen y los quita de su
memoria. Dora las culpas». La misericordia no es un salvoconducto ni un todo
vale. Al contrario:
es ponerme ante el amor radical de Dios lo que me transforma. Al ver de
verdad lo que Dios me
da, no me sale: ¡Bah! pues hago cualquier cosa y ya me perdonará,
sino que me hace cambiar. Poco a poco, pero por completo. Y no por mi
voluntarismo, sino por su gracia, que cuenta conmigo. La Santa lo dice así en Camino
de Perfección: «Señor, que no nos entendemos, mirad a ver si Vos
nos entendéis, que venimos vacías las manos para ser curados por Vuestra misericordia».
No sé si he vivido haciendo el primo…
Ante nuestra querencia de ser como el hermano mayor de la
parábola del hijo pródigo (Oye, que me
porto bien y me esfuerzo, ¿qué pasa?; ¿es que no hace falta ser así?),
los místicos descubren que, en realidad, sólo la misericordia de Dios hace
cambiar de vida, de verdad. Cuando santa Teresita de Lisieux se confiesa y el
confesor le dice tus pecados no desagradan a Dios, ella
escribe: «Nunca pensé que mis pecados pudieran no desagradar a Dios. Desde ese
momento, empecé a navegar por los mares de la confianza y del amor». ¡Ojalá nos
pase eso a nosotros!
Bien mirado, parece más razonable pensar en lo bueno que es Dios
siempre, más que en lo bueno que yo quiero ser en 2015…
A mí me ayuda pensar en que santa
Teresa habla del Señor como del «Dios que tanto me esperó». A pesar de mis
ofensas, siempre me espera. La misericordia de Dios que nos acerca el Jubileo
no es un borrón y cuenta nueva, sino algo tan
esencial como esto: sólo la persona que te quiere como eres, incluso con tus
pecados y faltas, con tu ruindad, es la que te hace cambiar. «Amor mueve amor».
En 2015, Dios me abraza de nuevo, para empezar de nuevo. Es el
Dios que tanto me esperó.
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