-El encuentro con uno mismo: “Búscate en Mi”
…
“Podemos estar convencidos de que muchas puertas cerradas lo están porque
Dios también necesita manos que “llamen en cualquier tiempo”…. Cuando las
puertas de nuestro interior se abren a su encuentro, la felicidad del ser
humano está asegurada, aun en medio de la más oscura realidad. Es la verdad de
las bienaventuranzas y de la perla precisa por la que merece la pena venderlo
todo.”
Uno
de los problemas del hombre de hoy es la dispersión. La vemos en los niños y la
padecemos todos en muchas ocasiones. El ajetreo de nuestras vidas ocupadas en
mil cosas, no nos dejan a menudo tiempo para entrar en nosotros mismos,
conocernos, aceptarnos y emprender un camino de mejora en todos los campos de
lo humano. Es verdad que se multiplican los libros de autoayuda como en ninguna
otra época, pero, por otra parte, los psiquiatras no dan abasto para atender a
pacientes con serios problemas que acarrean un sufrimiento grande. Y desde el
punto de vista humano, el estar bien con uno mismo, el encontrarse y aceptarse
es importante para alcanzar la felicidad, esa que todos buscamos de una manera
o de otra.
La crisis de fe actual en los cristianos de
nuestra sociedad no es tanto un problema de creencia, sino de una falta de
adhesión a Jesús y no haber puesto en el centro de la vida a Jesús, sino los
dogmas o los ritos. Y ahí está toda la fuerza del testimonio que Santa Teresa
nos dejó: no se trata de una serie de creencias o de mandatos, se trata de una
vida centrada en Jesús. Éste fue el gran descubrimiento de Santa Teresa:
“búscate en Mí “. En Jesús nos encontramos a nosotros mismos, nos
centramos, nos humanizamos. El Evangelio es una Buena Nueva que Dios nos da a
través de Jesús. Buscarnos a nosotros mismos, entrar en el centro de nuestro
ser y allí encontrar la razón de la vida.
Cuando
Teresa describe en las dos primeras estrofas del poema (*) nuestro ser humano
(aunque hable sólo del alma) nos está hablando de nuestra dignidad de persona
creada a imagen de Dios, una obra de su amor que sólo en Él encuentra su
mismidad y, por tanto, su gozo y su plenitud. Santa Teresa habia leido a San
Agustín y con él coincidía en aquel descubrimiento del santo: “Nos has hecho,
Señor, para ti y nuestro corazón andará inquieto hasta que descanse en ti”. Y
como San Agustín también Teresa de Avila podría decir de muchos de nosotros: “!Hermosura siempre antigua y siempre nueva,
demasiado tarde empecé a amarte! Tú estabas conmigo y yo no estaba contigo.Yo
estaba lejos, corriendo detrás de la hermosura por Ti creada; las cosas que
habían recibido recibido de Ti el ser, me mantenían lejos de Ti. Pero tu me
llamaste, me llamaste a gritos, y acabaste por vencer mi sordera. Tu me
iluminaste y tu luz acabó por penetrar en mis tinieblas. Ahora que he gustado tu
suavidad estoy hambriento de Ti. Me has tocado y mi corazón desea ardientemente
tus abrazos”.
(*) “Búscate en Mi”
(poema de Santa Teresa)
Estas
palabras Santa Teresa las había entendido en la oración: “Búscate en Mí” y ella
estaba segura que era cosa del Señor… y así al cabo de un tiempo de búsqueda
Teresa escribió unos versos: “Mi Alma, mi ser, mi yo has de buscarte en Jesús
(en Mí,) y yo te he de buscarme en ti. “Alma, buscarte has en Mí, y a Mí buscarme
has en ti”
El
encuentro con Dios . Si es en Dios donde nos encontramos a nosotros
mismos, donde percibimos el centro en el que podemos hallar la felicidad, es
también en nosotros mismos, en nuestro ser habitado, donde se da el maravilloso
encuentro con el Dios amor que es la felicidad para la que estamos hechos.
Veamos
estos preciosos versos con los que nos introduce Santa Teresa en esa verdad que
será el centro de su doctrina y de su obra maestra, las Moradas: el hecho de que “no estamos huecos”, sino que estamos
habitados por Dios y Él vive en el centro de nuestro ser más íntimo, “allá
donde se dan los grandes secretos entre Dios y el alma”.
Y si acaso no supieres
dónde me hallarás a Mí.
No andes de aquí para
allí,
Sino, si hallarme
quisieres,
a Mí buscarme has en ti.
Este “andar de aquí para allí” del verso es la
dispersión que nos lleva a menudo a buscar la felicidad en donde nunca la
encontraremos. Si Dios-Amor nos habita y nos hacemos conscientes de ello,
nuestra vida cambiará por completo. Será el amor el centro de donde brotará
cualquiera de nuestros encuentros, los que tengamos o busquemos con nuestros
hermanos, porque no podemos encontrarnos con el Dios-Amor, el Dios-Padre, sin
encontrarnos también con los hermanos.
De la dispersión pasaremos a la centralidad de
nuestro ser. Y desde ese centro en donde nos encontramos con nosotros mismos,
allá nos encontramos con Dios:
Fuera de ti no hay
buscarme,
Porque para hallarme a
mí, bastará sólo llamarme,
Que a ti iré sin
tardarme
Y a Mí buscarme has en ti.
Todo un programa de mística que está al
alcance de los más sencillos… Esto es, en nada “fuera de ti” tendremos que buscar el fundamento de nuestra fe.
Porque “para hallar a Dios, bastará sólo
con llamarle y él vendrá sin tardarse”.
Y para entenderlo mejor, un ejemplo: Se llama X, era una mujer cargada de problemas:
víctima de violencia doméstica, abandonada, sin recursos suficientes para
alimentar a sus hijos, caída en la angustia de la droga y la bebida para
sufocar sus penas… pude llegar a ser su amiga… le ofrecí un libro en el que se
empezaba a ver la vida de otra manera, en el que se buscaba la felicidad no
fuera de uno mismo, sino en el interior de uno mismo cuando consigue liberarse…
Aquella mujer, ayudada por supuesto, hizo un camino de liberación…. “Mira, me
dijo, ahora me siento otra y me doy cuenta de que en mi interior había como una
pequeña semilla de felicidad que era Dios, pero yo no lo sabía. Ha sido
necesario que alguien regara aquella semilla y la hiciera crecer. Ahora hay
algo dentro de mí que me ha devuelto la dignidad “.
Porque tú eres mi
aposento, eres mi casa y morada,
Y así llamo en cualquier
tiempo,
Si hallo en tu
pensamiento
Estar la puerta cerrada.
Podemos estar convencidos de que muchas
puertas cerradas lo están porque Dios también necesita manos que “llamen en
cualquier tiempo”…. Cuando las puertas de nuestro interior se abren a su
encuentro, la felicidad del ser humano está asegurada, aun en medio de la más
oscura realidad. Es la verdad de las bienaventuranzas y de la perla precisa por
la que merece la pena venderlo todo.
Y
ahora, gocemos con los versos de Santa Teresa de Jesús:
Alma, buscarte has en Mí,
Y
a Mí buscarme has en ti.
De tal suerte pudo amor,
Almas, en mí te
retratar,
Que ningún sabio pintor
Supiera con tal primor
Tal imagen estampar.
Fuiste por amor criada
hermosa, bella, y así
en
mis entrañas pintada,
Si te perdieres, mi
amada,
Alma, buscarte has en Mí.
Que yo sé que te
hallarás
en mi pecho retratada,
y tan al vivo sacada,
que si te ves te holgarás,
viéndote tan bien pintada.
Y si acaso no supieres
dónde me hallarás a Mí,
No andes de aquí para allí,
sino, s hallarme quisieres,
A
Mí buscarme has en ti
Porque tú eres mi aposento,
eres mi casa y morada,
y así hallo en tu pensamiento
estar la puerta cerrada.
Fuera de ti no hay buscarme
Porqué para hallarme a mí,
bastará sólo llamarme,
que a ti iré sin tardarme
y
a Mí buscarme has en tí.
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