Motivo

A los 500 años de su nacimiento, Santa Teresa de Avila nos sigue enseñando como Maestra Espiritual a los creyentes de hoy

martes, 6 de enero de 2015

- "Búscate en Mí"

-El encuentro con uno mismo: “Búscate en Mi

                        … “Podemos estar convencidos de que muchas puertas cerradas lo están porque Dios también necesita manos que “llamen en cualquier tiempo”…. Cuando las puertas de nuestro interior se abren a su encuentro, la felicidad del ser humano está asegurada, aun en medio de la más oscura realidad. Es la verdad de las bienaventuranzas y de la perla precisa por la que merece la pena venderlo todo.”

Uno de los problemas del hombre de hoy es la dispersión. La vemos en los niños y la padecemos todos en muchas ocasiones. El ajetreo de nuestras vidas ocupadas en mil cosas, no nos dejan a menudo tiempo para entrar en nosotros mismos, conocernos, aceptarnos y emprender un camino de mejora en todos los campos de lo humano. Es verdad que se multiplican los libros de autoayuda como en ninguna otra época, pero, por otra parte, los psiquiatras no dan abasto para atender a pacientes con serios problemas que acarrean un sufrimiento grande. Y desde el punto de vista humano, el estar bien con uno mismo, el encontrarse y aceptarse es importante para alcanzar la felicidad, esa que todos buscamos de una manera o de otra.
 La crisis de fe actual en los cristianos de nuestra sociedad no es tanto un problema de creencia, sino de una falta de adhesión a Jesús y no haber puesto en el centro de la vida a Jesús, sino los dogmas o los ritos. Y ahí está toda la fuerza del testimonio que Santa Teresa nos dejó: no se trata de una serie de creencias o de mandatos, se trata de una vida centrada en Jesús. Éste fue el gran descubrimiento de Santa Teresa: “búscate en Mí “. En Jesús nos encontramos a nosotros mismos, nos centramos, nos humanizamos. El Evangelio es una Buena Nueva que Dios nos da a través de Jesús. Buscarnos a nosotros mismos, entrar en el centro de nuestro ser y allí encontrar la razón de la vida.
Cuando Teresa describe en las dos primeras estrofas del poema (*) nuestro ser humano (aunque hable sólo del alma) nos está hablando de nuestra dignidad de persona creada a imagen de Dios, una obra de su amor que sólo en Él encuentra su mismidad y, por tanto, su gozo y su plenitud. Santa Teresa habia leido a San Agustín y con él coincidía en aquel descubrimiento del santo: “Nos has hecho, Señor, para ti y nuestro corazón andará inquieto hasta que descanse en ti”. Y como San Agustín también Teresa de Avila podría decir de muchos de nosotros: “!Hermosura siempre antigua y siempre nueva, demasiado tarde empecé a amarte! Tú estabas conmigo y yo no estaba contigo.Yo estaba lejos, corriendo detrás de la hermosura por Ti creada; las cosas que habían recibido recibido de Ti el ser, me mantenían lejos de Ti. Pero tu me llamaste, me llamaste a gritos, y acabaste por vencer mi sordera. Tu me iluminaste y tu luz acabó por penetrar en mis tinieblas. Ahora que he gustado tu suavidad estoy hambriento de Ti. Me has tocado y mi corazón desea ardientemente tus abrazos”.

(*) “Búscate en Mi” (poema de Santa Teresa)
Estas palabras Santa Teresa las había entendido en la oración: “Búscate en Mí” y ella estaba segura que era cosa del Señor… y así al cabo de un tiempo de búsqueda Teresa escribió unos versos: “Mi Alma, mi ser, mi yo has de buscarte en Jesús (en Mí,) y yo te he de buscarme en ti. “Alma, buscarte has en Mí, y a Mí buscarme has en ti”
 El encuentro con Dios . Si es en Dios donde nos encontramos a nosotros mismos, donde percibimos el centro en el que podemos hallar la felicidad, es también en nosotros mismos, en nuestro ser habitado, donde se da el maravilloso encuentro con el Dios amor que es la felicidad para la que estamos hechos.
Veamos estos preciosos versos con los que nos introduce Santa Teresa en esa verdad que será el centro de su doctrina y de su obra maestra, las Moradas: el hecho de que “no estamos huecos”, sino que estamos habitados por Dios y Él vive en el centro de nuestro ser más íntimo, “allá donde se dan los grandes secretos entre Dios y el alma”.

                        Y si acaso no supieres dónde me hallarás a Mí.
                        No andes de aquí para allí,
                        Sino, si hallarme quisieres,
                         a Mí buscarme has en ti.

 Este “andar de aquí para allí” del verso es la dispersión que nos lleva a menudo a buscar la felicidad en donde nunca la encontraremos. Si Dios-Amor nos habita y nos hacemos conscientes de ello, nuestra vida cambiará por completo. Será el amor el centro de donde brotará cualquiera de nuestros encuentros, los que tengamos o busquemos con nuestros hermanos, porque no podemos encontrarnos con el Dios-Amor, el Dios-Padre, sin encontrarnos también con los hermanos.
 De la dispersión pasaremos a la centralidad de nuestro ser. Y desde ese centro en donde nos encontramos con nosotros mismos, allá nos encontramos con Dios:

                        Fuera de ti no hay buscarme,
                        Porque para hallarme a mí, bastará sólo llamarme,
                        Que a ti iré sin tardarme
                        Y a Mí buscarme has en ti.

 Todo un programa de mística que está al alcance de los más sencillos… Esto es, en nada “fuera de ti” tendremos que buscar el fundamento de nuestra fe. Porque “para hallar a Dios, bastará sólo con llamarle y él vendrá sin tardarse”.
 Y para entenderlo mejor, un ejemplo: Se llama  X, era una mujer cargada de problemas: víctima de violencia doméstica, abandonada, sin recursos suficientes para alimentar a sus hijos, caída en la angustia de la droga y la bebida para sufocar sus penas… pude llegar a ser su amiga… le ofrecí un libro en el que se empezaba a ver la vida de otra manera, en el que se buscaba la felicidad no fuera de uno mismo, sino en el interior de uno mismo cuando consigue liberarse… Aquella mujer, ayudada por supuesto, hizo un camino de liberación…. “Mira, me dijo, ahora me siento otra y me doy cuenta de que en mi interior había como una pequeña semilla de felicidad que era Dios, pero yo no lo sabía. Ha sido necesario que alguien regara aquella semilla y la hiciera crecer. Ahora hay algo dentro de mí que me ha devuelto la dignidad “.

                        Porque tú eres mi aposento, eres mi casa y morada,
                        Y así llamo en cualquier tiempo,
                        Si hallo en tu pensamiento
                        Estar la puerta cerrada.

 Podemos estar convencidos de que muchas puertas cerradas lo están porque Dios también necesita manos que “llamen en cualquier tiempo”…. Cuando las puertas de nuestro interior se abren a su encuentro, la felicidad del ser humano está asegurada, aun en medio de la más oscura realidad. Es la verdad de las bienaventuranzas y de la perla precisa por la que merece la pena venderlo todo.

Y ahora, gocemos con los versos de Santa Teresa de Jesús:

                        Alma, buscarte has en Mí,
                        Y a Mí buscarme has en ti.

                        De tal suerte pudo amor,
                        Almas, en mí te retratar,
                        Que ningún sabio pintor
                        Supiera con tal primor
                        Tal imagen estampar.

                        Fuiste por amor criada
                        hermosa, bella, y así
                        en mis entrañas pintada,
                        Si te perdieres, mi amada,
                        Alma, buscarte has en Mí.

                        Que yo sé que te hallarás
                        en mi pecho retratada,
y tan al vivo sacada,
que si te ves te holgarás,
viéndote tan bien pintada.

Y si acaso no supieres
dónde me hallarás a Mí,
No andes de aquí para allí,
sino, s hallarme quisieres,
A Mí buscarme has en ti

Porque tú eres mi aposento,
eres mi casa y morada,
y así hallo en tu pensamiento
estar la puerta cerrada.

Fuera de ti no hay buscarme
Porqué para hallarme a mí,
bastará sólo llamarme,
que a ti iré sin tardarme

y a Mí buscarme has en tí.

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