Motivo

A los 500 años de su nacimiento, Santa Teresa de Avila nos sigue enseñando como Maestra Espiritual a los creyentes de hoy

sábado, 9 de mayo de 2015

- Orar para salir al encuentro del otro

LA NECESIDAD DE LA ORACION PARA EL APOSTOLADO
Santa Teresa experimentó abundantes gracias por medio de la oración. Acercar a los hermanos a Dios es una gracia inmensa, un don que debemos implorar por la oración, puesto que sólo por medio de Él lo podremos alcanzar: “Sin mí no podéis hacer nada” (Jn 15,5); así lo reconoce la Santa: Este Señor nuestro es por quien nos vienen todos los bienes (V 22,7). No cerremos la puerta de la gracia; solo digo que, para estas mercedes tan grandes que me ha hecho a mí, es la puerta la oración (V 8,9). Para alcanzar una renovación espiritual personal y social es imprescindible la oración: “En verdad os digo, además, que si dos de vosotros se ponen de acuerdo sobre la tierra, para pedir algo, se lo dará mi Padre, que está en los cielos” (Mt 18,19). Hemos de pedir a Dios Padre la luz y la fuerza necesarias para conseguirlo. Digo que no desmaye nadie de los que han comenzado a tener oración… si no la deja, crea que la sacará a puerto de luz (V 19,4).
El Papa Francisco lo asegura: «¡Qué dulce es estar frente a un crucifijo, o de rodillas delante del Santísimo, y simplemente ser ante sus ojos! ¡Cuánto bien nos hace dejar que Él vuelva a tocar nuestra existencia y nos lance a comunicar su vida nueva! Entonces, lo que ocurre es que, en definitiva, “lo que hemos visto y oído es lo que anunciamos” (1 Jn 1,3)» (EG 264
Teresa sabe por experiencia que el camino de la oración está lleno de dificultades. Lo aprendió bien y lo enseñó a otros que se creían incapaces de orar: No todas las imaginaciones son hábiles de su natural para esto, más todas las almas lo son para amar (F 5,2). Orar consiste en amar, en tener trato de amistad, perseverar en la búsqueda, querer estar junto a Él, aun cuando nuestro ánimo esté indispuesto: Aquellos ratos que estamos en la oración; sea cuan flojamente quisiereis, tiénelos Dios en mucho (M2 1,3). No hay sitio para el desánimo en la misión porque el Señor nos alienta y sostiene. 
Nos lo recordaba el Papa: «Ahora que estáis sufriendo la dura experiencia de la indiferencia de muchos bautizados y tenéis que hacer frente a una cultura mundana, que arrincona a Dios en la vida privada y lo excluye del ámbito público, conviene no olvidar vuestra historia. De ella aprendemos que la gracia divina nunca se extingue y que el Espíritu Santo continúa obrando en la realidad actual con generosidad. Fiémonos siempre de Él y de lo mucho que siembra en los corazones de quienes están encomendados a nuestros cuidados pastorales".
La oración no solo nos enriquece interiormente, también sostiene toda nuestra vida cristiana y en particular nos mueve a socorrer al prójimo, algo indispensable para la misión: Esto es la oración, hijas mías, de esto sirve este matrimonio espiritual: de que nazcan siempre obras, obras (M7 4,6).
El Señor mismo sale en nuestra ayuda en los momentos difíciles. Cuando los discípulos han fracasado en el intento de expulsar un demonio, le preguntan a Jesús: “¿Por qué no pudimos echarlo nosotros? Él les respondió: Esta especie sólo puede salir con oración” (Mc 9,28-29). La Santa sostiene con la oración nuestra labor apostólica, que de este modo resulta eficaz: ¡Qué poco descanso podrán tener si ven que son un poquito de parte para que una alma sola se aproveche y ame más a Dios, o para darle algún consuelo, o para quitarla de algún peligro! (F 5,5).
 LA UNIÓN CON CRISTO, CENTRO DE NUESTRA VIDA
La oración es trato de amistad con Jesús y es camino que nos pone en comunión con Aquel que es centro de nuestra vida y de toda la historia de salvación. El origen, medio y fin de la vida cristiana es Jesucristo. Nuestra vida no tiene sentido ni razón de ser si no es en la órbita del Señor. Él nos ha llamado, nosotros le hemos seguido, caminamos tras Él, todo lo esperamos de Él. La oración hace posible este encuentro con Jesucristo resucitado, fundamento e impulso de una vida nueva, la vida en Cristo. La vida cristiana consiste en amar, seguir, dejarse configurar con Cristo. Teresa vive en unión con el Crucificado-Resucitado en la espera de poder contemplarle sin velo alguno: “hora es ya que nos veamos” manifiesta, cercana su muerte.
La vida del cristiano hoy, sumida en una existencia ausente de Dios, aunque en ocasiones con deseo de encontrar un camino de luz y de bien, cobra sentido y esperanza en la comunión con Jesucristo. Viviendo con Él y para Él, viviremos entregados a la causa del Reino. Teresa es nuestro modelo porque vive centrada en Cristo, vive por Él, en Él y para Él. La vida del cristiano en la actualidad, la realidad social del presente puede ser diferente si seguimos las huellas de Jesús como lo hizo Pablo y Teresa: no soy yo, es Cristo quien vive en mí.
Teresa se zambulle en el Evangelio para encontrar el camino de Jesús: venid a mí todos los que tenéis sed, que yo os daré de beber (E 9); identificada con la Samaritana y con María Magdalena, recibe la paz en medio de sus pecados (7M 2,7); se ve invitada por Cristo a seguirle, toma tu cruz y sígueme (V 15, 13); y recibe gran fortaleza del Buen Pastor: no hayas miedo, hija, que nadie sea parte para para apartarte de mí (R 35); ansía beber el agua que solo viene del Señor: ¡Oh qué de veces me acuerdo del agua viva que dijo el Señor a la Samaritana (V 30,19); y se ve empujada a lavar y ungir los pies de Jesús (R 21). Especialmente se ve interpelada por la pasión del Señor, celebra el domingo de Ramos, se sumerge en Getsemaní y en la pasión y muerte del Señor hasta llenarse de gozo en la Pascua de Resurrección (R 35): En especial me hallaba muy bien en la oración del Huerto. Allí era mi acompañarle… Muchos años las más noches, antes que me durmiese, siempre pensaba un poco en este paso de la oración del Huerto (V 9,4). Todas estas imágenes son portadoras de un permanente y hondo encuentro con Jesús desde la pasión a la resurrección. 


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